Carlos Dómine
Ha muerto Amparo Muñoz. La tierna brisa del cine español de los setenta, esa musa inspiradora, de desgarradora belleza, que retumbó en todo su esplendor en los certámenes de la hermosura universal, ha cerrado sus ojos para siempre, como una humilde claqueta que nunca más volverá a ser usada. La muerte joven, prematura, es doble muerte. Pero hoy no nos vamos a poner tristes. Deseo contar una anécdota, acaecida allá por el año 1974, fecha en la que se estrenó su conocida pelÃcula "Tocata y Fuga de Lolita". DebÃa yo de tener por entonces unos doce años y pasaba mis vacaciones en un pueblo de la sierra madrileña, Robledo de Chavela. Aquel pueblo tenÃa -y tiene- dos cines: uno de invierno y otro de verano. A elegir. En aquellos dÃas caniculares, los dueños del cine de invierno (aunque fuese verano) decidieron estrenar la pelÃcula en el lindo villorrio y, claro... el acontecimiento fue sonoro y la voz corrió por todas partes: "¡Van a estrenar "Tocata y Fuga de Lolita"!" -se decÃa por acá y acullá... ¿Por qué tanto alborozo? La razón estribaba en que era la primera pelÃcula en que se podÃa ver el desnudo de una mujer... Dense cuenta de la fecha: año 1974. Aún no habÃa muerto Franco y el régimen daba sus últimos estertores, pero la mano ya se empezaba a abrir... No es cierto que el "destape" tuviera lugar a partir de este amago de democracia que padecemos: ya antes habÃa comenzado su andadura... Pues bien, como decÃa, la voz se corrió por todo el pueblo y todo el mundo corrió presto a verla... Pero... cuál no serÃa nuestra sorpresa cuando, a la puerta del cine, aposentó sus reales un guardia civil -con bigotes y metralleta: el lote completo- para regular el orden y ver que ningún menor accedÃa a la sala de fantasÃas... Era por lo visto "el sargento" del cuartelillo.. La imagen se mostraba surrealista: cientos de personas intentando ver a una mujer desnuda y, en medio, un espantapajárico señor bigotudo y ametrallante, intentando imponer orden al desorden de las pasiones... Yo no sé cómo me las arreglé, pero logré colarme en el cine y ver la pelÃcula -como muchos otros adolescentes... El cine estaba a rebosar, tanto de hombres como de mujeres... unos para ver lo que quizás nunca habÃan visto y otras para ver qué es lo que querÃan ver los hombres... La pelÃcula transcurrió aburridamente y ahà no se veÃa nada... Pero muy al final... tachaaaaaaaannnn!... La linda Amparito se desprendió brevemente del sujetador -antes "sostén"- y ahÃ, la vimos, en todo su esplendor, durante unos tÃmidos segundos que, a algunos, les pareció horas y, a otros, milésimas. Gritos y aullidos espasmódicos recorrieron toda la sala, de parte a parte, y un incesante murmullo, que no acalló hasta que se acabó la provocadora proyección, meció nuestros oÃdos como las olas de un mar, primero embravecido, luego amansado... Amparo, Amparito, que nos ves, ahora, desde la cima de un lugar al que todos ascenderemos o en el que todos caeremos: reza por nosotros, por esta triste España actual, cegada en el más profundo cuarto oscuro de su historia, reza por nosotros para devolvernos la alegrÃa que tú nos ofreciste en aquel momento con tu maravilloso y rotundo brillo.