Por Juan Bosco Martín Algarra
Cuando un individuo se está ahogando, patalea, grita, trata de llamar la atención. El último comunicado de
ETA se puede resumir así: patadas de ahogado. Llega este aviso de paz tramposa tras el paripé de la ilegalizada
Batasuna con la agonizante
Eusko Alkartasuna, ambas formaciones desesperadas por mojar su enmohecido pan en la salsa de las próximas elecciones municipales.
A lo largo de la criminal historia de ETA, sus propuestas de tregua sólo han supuesto el preludio de nuevos atentados.
ETA está agonizando, pero debemos ser conscientes de que su agonía -tomemos el ejemplo del
GRAPO- será duradera. Entre otros motivos, porque para acabar totalmente con
ETA habría que dar la vuelta, como un calcetín, al sistema educativo que impera en el
País Vasco, libros de texto incluido. Y eso demorará décadas, porque una fuerza política tan representativa como el PNV no está por la labor de reconocer que el
Pais Vasco es
España,como lo ha sido siempre. Y también porque son muchos cientos los presos de
ETA. Detrás de cada uno de ellos existe un entorno social y familiar que puede llegar a sumar, sin exagerar, más de cincuenta mil personas. Resulta difícil convencer a tantos miles que los presos de
ETA están en la cárcel por criminales, no por luchar por los derechos históricos de
Euskal Herria.
Asi las cosas, cualquier consideración esperanzadora sobre el comunicado de
ETA representa, simplemente, una pérdida de tiempo para las personas de bien.
ETA mata menos ahora que hace una década, porque no se lo permiten. Sobre todo, porque se les ha cerrado las puertas del sistema democrático para perpretar fechorías, y porque las policías francesas y españolas les tienen prácticamente desarticulados. Si ahora, sin negociación, lamentamos muchos menos atentados que antes, ¿qué razón tenemos los demócratas para sentarnos,
por vigésima vez, con estos salvajes?
Ana
Este es el PAIS de Don PIMPON