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Las leyes fascistas contra los fumadores

Luis del Pino

Editorial del programa Sin Complejos del sábado 12/FEB/2011

Las políticas de represión del hábito de fumar no son nuevas. De hecho, el primer gobierno en impulsar un programa activo de cara a la erradicación del consumo de tabaco fue el del régimen nazi, hace ahora ya 80 años.

La pionera campaña contra el tabaco emprendida por los nazis perseguía dos objetivos: mejorar la salud pública - luchando contra las enfermedades derivadas del consumo de tabaco - y contribuir a la tarea de mejora de la raza. El movimiento de higiene racial en Alemania consideraba el tabaco como un auténtico veneno genético que amenazaba el futuro de la raza aria.

La guerra contra el tabaco en la Alemania nazi se desarrolló en tres frentes. El primero fue el de la propaganda. Por toda Alemania se emprendieron campañas publicitarias para concienciar a la población de lo malo que era fumar. Editoriales en periódicos y programas de radio, anuncios en revistas y vallas, conferencias y coloquios multitudinarios, películas documentales... cualquier soporte era bueno para convencer a los alemanes de la necesidad de dejar el horrible vicio del tabaco. Un cartel de una de aquellas campañas, por ejemplo, mostraba una imagen del dictador alemán con el siguiente pie: "Nuestro Fuhrer Adolf Hitler no fuma, ni bebe. Por eso posee esa increíble capacidad de trabajo".

También se utilizó profusamente en la campaña de propaganda a los chicos y chicas de las Juventudes Hitlerianas, a quienes se adoctrinaba en los males del tabaco para que a su vez influyeran en su entorno familiar y escolar.

Algunos de los argumentos de las campañas anti-tabaco eran ciertamente peregrinos, aunque nada inocentes en su carga ideológica. Se resaltaba, por ejemplo, el detalle de que Churchill, Roosevelt y Stalin - los tres mayores enemigos de Alemania - eran fumadores empedernidos, mientras que Hitler, Mussolini y Franco - los tres principales líderes de la Europa fascista - no fumaban. El propio Hitler llegó a decir que el tabaco era "la venganza del hombre indio contra el hombre blanco, por haberlo iniciado en el vicio del alcohol".

El segundo frente de ataque fue el de las prohibiciones.

En 1938, se prohibió fumar en los aviones y en las oficinas de correos, así como en muchos lugares de trabajo, en oficinas públicas, en hospitales y en asilos.

En 1939, el tabaco fue prohibido - tanto para alumnos como para profesores - en la mayoría de los colegios. Se prohibió también fumar a los militares en la calle, en los desfiles y durante los descansos de las guardias se prohibió fumar a los policías y miembros de las SS mientras estuvieran de servicio y todas las oficinas del partido nazi fueron declaradas espacios libres de humo.

En 1941, sesenta ciudades alemanas prohibieron fumar en trenes y autobuses, prohibición que tres años después se extendería a toda Alemania a petición del propio Adolf Hitler, que estaba muy preocupado por los riesgos para la salud que la exposición al tabaco podía implicar para las mujeres conductoras de transportes públicos.

A partir de ese mismo año 1941, se establecieron asimismo normas que restringían las campañas publicitarias de marcas de tabaco. Se prohibió, por ejemplo, que se asociara la publicidad del tabaco con el deporte o con los hábitos de vida saludable que se hicieran anuncios donde un fumador apareciera conduciendo o que transmitieran una idea de virilidad. Se prohibieron igualmente los anuncios específicamente dirigidos a mujeres y cualquier tipo de anuncio en vías férreas y en zonas rurales.

En 1942, se prohibió a todos los bares y cafés vender tabaco a las mujeres. Un año después, en 1943, se promulgó una norma que prohibía a todos los menores de 18 años fumar en público.

El tercer frente de ataque fue el fiscal. Los impuestos del tabaco subieron espectacularmente durante el régimen nazi. En 1941, las tasas llegaron a representar entre el 80 y el 95% del precio de venta de cada cajetilla o paquete de tabaco.

Por supuesto, existía en esto una cierta esquizofrenia, puesto que más que para convencer a los fumadores de dejar su hábito, el aumento de impuestos sirvió para doblar la recaudación del estado por este concepto. En 1941, los impuestos especiales del tabaco representaban nada menos que el 12,5% de los ingresos del estado alemán. Uno de cada ocho marcos recaudados por el estado procedía de los fumadores.

Como puede verse, Hitler - que había sido un fumador empedernido en su juventud - y su partido nazi declararon una guerra total contra el tabaco. Pero lo más gracioso es que toda esa campaña no sólo no sirvió para nada, sino que fue completamente contraproducente.

Entre 1933 - fecha del ascenso de los nazis al poder - y 1939 - año que marca el inicio de la Segunda Guerra Mundial -, el consumo de tabaco en Francia, donde no existían esas brutales campañas anti-tabaco, aumentó en un 10%. Sin embargo, en Alemania el consumo aumentó casi un 60%, seis veces más. El hábito de fumar entre los alemanes sólo comenzó a descender cuando el racionamiento de la guerra empezó a reducir el suministro.

Y la razón de que el consumo de tabaco aumentara de forma tan brutal, a pesar de las campañas prohibicionistas y la propaganda contra el tabaco fue, precisamente, que esas campañas terminaron convirtiendo el fumar en un símbolo de resistencia silenciosa frente al totalitarismo nazi.

En una situación en la que cualquier otro tipo de resistencia conllevaba el peligro de terminar en la cárcel o en un campo de concentración, el consumo de tabaco - tan mal visto por los nazis - representaba una forma inocua de resistencia cultural.

Les dejo a ustedes el ejercicio de trazar los paralelismos que quieran con cualquier situación actual, pero no quiero terminar sin pedirles que se fijen en algo que resultaría terriblemente cómico, si no fuera tan espantosamente trágico.

¿Se les ocurre a ustedes algo más absurdo que un gobierno, el de la Alemania nazi, empeñado en prohibir fumar a la población por motivos de salud, mientras mandaba a millones de alemanes a morir en el frente de batalla o en los campos de concentración?

Lo que era verdaderamente letal para la salud de los alemanes no era el tabaco, sino el propio partido nazi


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