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La sociedad vasca no quiere tener como vecino a un amenazado por ETA

Yolanda Couceiro Morín

Los sociólogos lo resumieron con el siguiente dato: los entrevistados manifiestan un rechazo similar a tener como vecino a un miembro de la banda terrorista y a un amenazado por ella. Esta es la actitud «acomodaticia» que más ha alarmado a Urrutia, catedrático en Sociología Urbana de la UPV. Ni amenazados ni etarras al lado.

ETA ha dejado una estela de «tierra quemada» en la sociedad vasca, especialmente «preocupante» entre los más jóvenes. Con esta conclusión, el sociólogo Víctor Urrutia, director del Gabinete de Prospección Sociológica del Gobierno vasco, cerró ayer la presentación de la última encuesta sobre las inquietudes de la juventud de Euskadi y sus opiniones sobre la política, los derechos humanos y la violencia.

Los promotores del trabajo dieron la voz de alerta por dos resultados, «claves» de un estudio realizado a ciudadanos vascos de entre 15 a 29 años: la existencia de una «minoría recalcitrante» que aún justifica el terrorismo y el mantenimiento de notables «prejuicios» en ese terreno.

La encuesta, elaborada en colaboración con el Observatorio Vasco de la Juventud, organismo dependiente de la consejería de Cultura, plantea la espinosa cuestión en los siguientes términos: «Dime si te importaría o no tener como vecino o vecina a alguna de las siguientes personas». Los neonazis/extremistas de derecha son el colectivo más incómodo (el 62% de los encuestados los rechaza como convecinos), seguido de los miembros de ETA (55%) y de los amenazados por la banda terrorista (51%).

A continuación se sitúan grupos sociales tradicionalmente estigmatizados por la sociedad. Por este orden toxicómanos, personas con antecedentes penales, prostitutas/gigolós, gitanos y extremistas de izquierda. Cierran la lista militares, policías y guardias civiles, considerados hace escasos años "non gratos" en muchos barrios vascos. Por detrás de ellos están los inmigrantes y los homosexuales. En este caso, aunque ocupen la última posición, no es nada desdeñable que un 14% de los encuestados confiese que no quiere tener en el mismo portal a un gay o una lesbiana. Prejuicios

Según J.M. Reviriego para El Correo, esta es una de las radiografías más reveladoras de los prejuicios que exponen los jóvenes vascos en el trabajo, realizado mediante 1.326 entrevistas en profundidad en el conjunto de la comunidad autónoma. De nuevo, las opiniones sobre la violencia de ETA acaparan buena parte de los resultados más esclarecedores del estudio.

El diagnóstico es claro: el rechazo al terrorismo es mayoritario. Pero hay matices. Un 60% se opone a la banda «sin rodeos». O, visto de otro modo, sólo seis de cada diez entrevistados manifiestan esta repulsa con nitidez. Esta reflexión queda de manifiesto en varias cuestiones. A la pregunta de si «la acción de ETA es una vulneración de derechos humanos», el 61% considera sin ambages que sí. Por el contrario, un 9% se muestra en desacuerdo.

En ese pequeño, pero significativo porcentaje, sitúan los promotores de la encuesta esa «minoría recalcitrante» que todavía mantiene su «comprensión, cuando no apoyo», a la organización terrorista. Extrapolados los datos de la muestra al total de la población considerada joven en el País Vasco (unos 325.000 ciudadanos), los promotores del estudio calculan que hay 30.000 jóvenes que toleran de algún modo a ETA. Son cifras que vienen a coincidir con los resultados del informe presentado en 2009 por el Ararteko, en el que se detectaba que un 15% de los adolescentes (de 12 a 16 años, en una muestra de 762 estudiantes) «no rechaza o justifica» a la banda terrorista.

Esta actitud se repite en el estudio del Gabinete de Prospección Sociológica, adscrito al Departamento de Presidencia del Gobierno vasco, pero con una muestra mayor y en relación a una cuestión más clara. Interpelados sobre si «las acciones de ETA son buenas para Euskadi», el 65% de los jóvenes se declara «bastante o muy en desacuerdo» con la afirmación. Pero un 5% se muestra a favor de ella.

Las dos cuestiones estudiadas generan una proporción notable de personas (alrededor de un 16%) que se refugia en el «no sabe, no contesta». De nuevo, según Víctor Urrutia, se trata de una «actitud evasiva» para sortear un reto «Ã©tico» que puede comprometer al entrevistado. A su juicio, estos resultados revelan que «la desaparición de ETA no supondrá el fin de la subcultura de la violencia», después de décadas de terror y agitación. «Intolerancia»

Y eso que cuando se elaboró el trabajo de campo de la encuesta, del 28 de octubre al 12 de noviembre de 2010, ETA ya había anunciado la tregua, la antigua Batasuna se pronunciaba a favor de las vías políticas y se intensificaban las voces de diferentes partidos que veían próximo el fin del terrorismo. Pese a este clima proclive a la paz, la encuesta ofrece resultados desalentadores en este terreno, sobre todo entre los más jóvenes. Por ejemplo, el rechazo a tener como vecino a un amenazado por ETA es mayor entre los encuestados menores de edad (de 15 a 17 años), una revelación que podría ofrecer algunas pistas a los mentores del plan de convivencia que promueve el Gobierno de Patxi López.

«Esto da una medida de la contaminación ética que ha dejado ETA en nuestra sociedad», advirtió Urrutia. La «intolerancia» que suscita el programa Educación para la Paz entre algunas capas de la juventud es claro, según el sociólogo. Casualmente, la encuesta se ha presentado cuando aún están recientes las críticas lanzadas por las formaciones nacionalistas a la aplicación de este proyecto que lidera el Departamento de Isabel Celaá.

Al margen de la polémica, los impulsores de la encuesta consideran que, además de los asesinados y los amenazados por ETA, existe una serie de «daños colaterales»


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