Francisco Rubiales
Los mejores estrategas del poder mundial están asesorando al Ejército egipcio para que venza a su pueblo en rebeldÃa. El modelo vigente de poder mundial, cuya esencia es "el dominio de unos pocos privilegiados, que se reparten la riqueza, sobre muchos sometidos, que se reparten la pobreza", está en peligro de ser derrotado, lo que ha generado alarma y pánico y en los grandes santuarios del poder mundial.
El siglo XXI se ha iniciado cargado de amenazas para el viejo sistema de sometimiento y control. Los pueblos del mundo, cansados de soportar a sinvergüenzas, ineptos y hasta asesinos en el poder, han empezado a rebelarse, cumpliéndose asà dos vaticinios muy sólidos y fundados: el primero es que la III Guerra Mundial serÃa la que enfrentase a los ciudadanos contra sus propios gobiernos, abusivos y predadores, y la segunda es que el siglo XXI será "el siglo de los ciudadanos", que se alzarán por fin contra los malos gobernantes y contra los muchos desmanes, abusos y crÃmenes cometidos por el poder polÃtico a lo largo del siglo XX, que fue "el siglo de los Estados y de los polÃticos".
La fase presente de la lucha por el control del mundo no se está librando entre las naciones, como habÃa ocurrido hasta hoy, sino dentro de cada nación y en todo el mundo, enfrentando a los ciudadanos oprimidos contra sus opresores, que se encuentran atrincherados en el Estado, una forma novedosa e innovadora de lucha, que ha estallado porque los ciudadanos han descubierto que el principal problema mundial son los malos polÃticos y porque ya les resulta imposible soportar tanta opresión, injusticia, corrupción, abuso e indignidad de los poderes públicos.
Los sucesos de Egipto sirven de laboratorio, anticipo y modelo de lo que ocurrirá en muchos otros paÃses a lo largo de este siglo. Ambas partes están aprendiendo de la experiencia y acumulando saber para mejorar sus estrategias y tácticas.
En la última etapa del combate egipcio, el Ejército ha dado un Golpe de Estado, una reacción tan desesperada como lógica, cuyo fin es detener y desactivar la revolución popular.
El Estado egipcio, como todos, está integrado por tres grandes bloques: los partidos, los poderes del Estado, con el gobierno al frente, y las fuerzas armadas. El pueblo no es Estado porque los poderosos hace mucho que decidieron expulsarlo. Durante los dÃas de la rebelión cÃvica, el Estado egipcio ha retrocedido sin parar, haciendo concesiones al movimiento popular, atemorizado ante el empuje de las masas indignadas. El Estado ha tenido que sacrificar piezas valiosas para sobrevivir y ha arrojado por la borda al octogenario Mubarak, a muchos miembros del gobierno, al parlamento y a la misma Constitución. Sólo quedan las fuerzas armadas, la última playa y el último gran reducto del poder, dueño de las armas y capaz de liquidar a su propio pueblo para evitar que el orden opresivo e injusto que domina el mundo sea derrotado. El Ejército egipcio se ha quedado como dueño solitario del Estado, sin legalidad alguna que sustente su poder, sólo amparado en la fuerza bruta, frente a los odiados ciudadanos rebeldes, un rebaño que siempre ha sido secretamente despreciado y odiado por el poder real.
El Ejército egipcio es el mismo régimen, pero ahora vestido con uniforme. Es el heredero de Mubarak y el custodio último de una filosofÃa mundial que ha tomado el poder y que se sustenta en el engaño, la opresión, la desigualdad y la injusticia.
Las estrategias desplegadas por el poder en Egipto son archiconocidas en la historia de las revoluciones. Cuando las multitudes se rebelan, el poder recurre a todas las artimañas posibles, legales o ilegales, abiertas u ocultas, incluso a las más siniestras, para defender sus posiciones de privilegio y dominio. El Ejército, que está en estos momentos asesorados por los mejores estrategas del poder mundial, conscientes de que no pueden perder la batalla del poder porque entonces el engaño reinante en el mundo entero podrÃa caer, vÃctima de una intensa reacción en cadena, sabe que el tiempo juega en su contra y que el actual "statu quo" sólo durará hasta que los lÃderes populares descubran que esos uniformados mimetizados como amigos no tienen voluntad alguna de cambiar las cosas y que su único objetivo es reinstaurar la opresión y el dominio sobre las masas.
Ahora es el tiempo del engaño y de los trucos. Desde el poder se harán más concesiones y todo parecerá que ha cambiado, desde el estilo del poder a los escenarios, sin olvidar los discursos, las promesas y hasta las costumbres y las vestimentas, pero en realidad no cambiará nada sustancial. Será como en la célebre obra el Gatopardo, donde habÃa que cambiarlo todo para que todo siguiera igual.
La clave de la victoria reside ahora en el tesón y en la lucidez del pueblo Egipcio, que tiene dos opciones: o resiste hasta que el enemigo sea definitivamente derrotado, o sucumbe a los engaños y promesas, como desean todos los poderes del mundo, abandonando su voluntad de resistencia y entregando de nuevo la soberanÃa a un poder que, aunque parezca distinto, será el mismo de siempre, depredador, camaleónico, injusto, dispuesto a todo con tal de acumular riqueza y poder, de esquilmar a los débiles para beneficiar a la brutal cofradÃa de los privilegiados.
Si quiere vencer, el pueblo tiene que seguir en la lucha, minando la unidad del ejército, muy deteriorada y podrida por la corrupción, abriendo grietas en la estructura jerárquica, desenmascarando a los tiranos camuflados ante la opinión pública, plantando cara al gansterismo mundial.
La lucha egipcia es apasionante, no sólo porque está poniendo en riesgo la estructura mundial del verdadero poder, sino porque es uno de los primeros capÃtulos de la revolución mundial de los oprimidos, que, cansados de soportar a gánster que roban, engañan, manipulan y hasta asesinan al frente de sus estados, quieren imponer decencia y justicia en el planeta. Es la revolución de los indignados, de los humildes y oprimidos contra "la casta".