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Historia del Parque Els Filtres (IV) Aníbal ataca Sagunto

por Vicente Nadal Sagunto había conseguido ser declarada ciudad independiente protegida por Roma, viviendo tiempos de gran esplendor. Pero se cruzó en los sueños de conquista del temible cartaginés Aníbal. Los saguntinos, traicionados y abandonados a su suerte por la pasividad romana, eligieron la muerte antes que la rendición, tras un prolongado y cruento asedio por parte del caudillo cartaginés. Un heroico episodio que quedó inscrito para siempre en la Historia con letras de sangre. Aníbal, hijo de Amilcar, crece en tierras hispanas. La educación de Aníbal es muy peculiar. Criado en la idea del temido y feroz enemigo romano va a despertar un espíritu de lucha implacable y un profundo sentimiento de rencor, casi instintivo, hacia el pueblo romano. Los saguntinos, que ven cómo se precipitan los acontecimientos, solicitan de nuevo la protección de Roma. Aníbal, molesto, responde con la invasión de Sagunto en el 219 a.C, y a consecuencia de ello se iniciaría poco más tarde la famosa Segunda Guerra Púnica. En la estrategia de Aníbal se pretende arriesgar muy poco, pues se trataría de una simple operación de desgaste que busca mucho más la eficacia que la brillantez. Su ataque se va a desarrollar principalmente por tres flancos de la ciudad, valle, río y el extremo occidental del alcázar (punto más vulnerable de la ciudad) en el punto más llano del valle. Los saguntinos van a emplear toda clase de armas arrojadizas impidiendo que el ariete batiera el muro. Por la noche los saguntinos salen de la ciudad aprovechando la oscuridad para realizar incursiones en el campamento cartaginés, lo que provoca numerosas bajas entre los mimos. Aníbal suspende la invasión durante varios días. Esto es aprovechado por los saguntinos para restaurar la muralla y fortificar nuevas defensas. Para Aníbal, el sitio de Sagunto se ha convertido en una cuestión de honor y llega el momento de cambiar la estrategia de asalto. Abierta la brecha en un abrir y cerrar de ojos, los cartagineses consiguen situarse en un sitio muy elevado desde donde comienzan a colocar catapultas y ballestas formando una especie de castillo en la misma ciudad y continúan su avance por la parte de la ciudad más arruinada. Los saguntinos construyen con los escombros otra muralla a espaldas de la ciudad reduciendo su recinto y defendiéndose como pueden del avance cartaginés. Asolada la mayor parte de la ciudad y ante la falta creciente de víveres, los saguntinos pierden la esperanza de la ayuda romana y deciden resistir como se pueda los envites de las fuerzas de Aníbal. Aníbal, se desplaza unas semanas de Sagunto, a su vuelta, se plantea un asalto general de la ciudad partiendo de una torre del alcázar que mira a Occidente, apoderándose de ella después de un largo y sangriento combate. La situación es insostenible y los saguntinos proponen una rendición honrosa que no es aceptada por Aníbal. Éste impone las suyas con brutales consecuencias para los saguntinos. Entre las condiciones impuestas destaca la devolución a los turboletas de todo lo robado, entrega de todo el oro y la plata que poseen y el abandono de la ciudad con sólo dos vestiduras. Los saguntinos optan por la máxima "morir antes que entregarse" y deciden montar una pira inmensa, llena de objetos valiosos, prendas, piedras preciosas, vasos sagrados de los templos, plomo y bronce para deteriorar completamente el oro y objetos de valor, prendiendo fuego al conjunto en la Plaza. Ante la desesperación del momento, numerosos saguntinos deciden perecer consumidos por el fuego antes que rendirse al general cartaginés. La consigna no deja de ser descabellada "morir matando" Sin embargo, la superioridad numérica de los cartagineses presagiaba el triste final de los desesperados saguntinos. Desde lo alto de la muralla mujeres y niños contemplan el fatal desenlace y muchas de ellas deciden asesinar a sus criaturas antes de lanzarse desde lo alto de la fortaleza al vacío. Poco después, entran los cartagineses ordenando el asalto general sin compasión. Así queda Sagunto después de ocho meses ininterrumpidos de asedio y bloqueo continuado. La gesta de los saguntinos va a calar hondo en todas partes. La Guerra con Roma es inevitable y el Senado Romano la declara inmediatamente. Roma va a iniciar la expansión por la Península poco tiempo después. El inútil derramamiento de sangre no ha impedido el más que esperado retorno del ejército romano a éstas ansiadas tierras.

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