Fernando Chiva

25 intérpretes en nómina y un sistema de sonido con pinganillos, 350.000 euros despilfarrados al año. La cesión a la estupidez supina, un pasito más hacia la balcanización de España, el afán de levantar murallas y el provincianismo extremo, no tienen precio.

Me parece incuestionable que, como reza la Constitución Española en su artículo 3, "la riqueza de las distintas modalidades lingüísticas de España es un patrimonio cultural que será objeto de especial respeto y protección", pero creo sinceramente que lo de los pinganillos no se corresponde en absoluto con un afán de respetar y proteger las lenguas regionales de España, sino más bien con un efecto de la borrachera nacionalista que embriaga al Gobierno pseudo-federalista de Zapatero.

¿Superioridad del castellano sobre otras lenguas? A la mayoría de acomplejados socialistas no se les ocurriría responder afirmativamente a esta cuestión, no sea que los socios de gobierno se enfaden y les nieguen sus cómplices apoyos en esta vorágine de inenarrables concesiones y asimetrías autonómicas. Pero la realidad es muy tozuda y nos pega en la boca: la lengua de Cervantes y Nebrija es hablada en el mundo por cerca de 500 millones de personas, y es lengua oficial en 28 países. Así que, sin ánimo de desprestigiar a otras lenguas españolas, desde mi condición de valenciano y valencianista que estima y protege su idioma regional y sus señas identitaria, creo que comparto con gallegos, andaluces, madrileños, catalanes, castellanos o vascos un idioma nacional del cual debemos estar orgullosos y en el cual todos tenemos la capacidad de entendernos sin ningún problema.

Es del género tonto despilfarrar casi 60 millones de las antiguas pesetas más anualmente en inflar el ego de aquellos cuyo afán de exclusión y desvertebración nacional excede los límites de lo económica y racionalmente aceptable.