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El objetivo de déficit y Ronald Reagan

Juan Pascual____

Debido a que estamos medio intervenidos o para evitar la intervención total, que desgraciadamente parece inevitable, el gobierno ha estado enfrascado desde hace meses en una carrera a trompicones para reducir el déficit. Desgraciadamente, esta reducción no se ha fiado de modo principal a una disminución en los gastos sino a un aumento de los impuestos. Está por ver si alguno de esos aumentos incrementará a su vez la recaudación. Los políticos creen que el BOE es un instrumento taumatúrgico mediante el que pueden controlar la realidad. Tienen la convicción de que si el BOE ordena un aumento del IVA en un 3%, la recaudación, que depende del comportamiento humano, aumentará otro tanto. Desconozco si el gobierno se ha percatado de que los ciudadanos no somos robots. Así que, en el peor de los casos ni siquiera se alcanzará el objetivo, y en el mejor, el derroche estatal continuará, algo aminorado, pero con buena salud. Y si continúa el derroche no habrá recuperación posible.

El problema no es tanto la cifra mágica de déficit como el peso del Estado y la sangría a la que somete a la sociedad. Ronald Reagan es el gran héroe del liberalismo y la democracia en los años 80 y sin embargo su gobierno incurrió en déficits en casi todos sus años de mandato. Reagan fue valiente y actuó en consecuencia con sus ideas. Así, ante la negativa del Congreso a limitar el tamaño del estado no renunció ni a la lucha contra la URSS ni a las bajadas de impuestos. Envió a la dinámica sociedad americana el mensaje de que tenían que salir adelante con sus propias fuerzas y les dio los medios para ello: su propio dinero. Qué diferencia con los políticos españoles. Éstos, con la única idea fija de mantener su poder, han oscilado entre subidas de impuestos y planes de estímulo al estilo del Plan E. Para nuestra desdicha, el objetivo del resto de Europa no es tanto la recuperación económica de España como la seguridad de que podemos devolver la deuda. No tenemos la fortaleza de USA en los años ochenta, de modo que no podemos permitirnos el lujo de mantener o incluso aumentar el déficit. Toca reducirlo para que nos sigan prestando y para que no nos ahoguen los intereses. Por fortuna es un tarea que se puede llevar a cabo sin subir impuestos o incluso reduciéndolos.

El Estado español, en buena medida por el engendro autonómico, recauda mucho y gasta muchísimo más. Para mostrar el tamaño desproporcionado del estado actual se suele recurrir a la cifra de funcionarios a finales de los años 70. Poco más de un millón de empleados mantenían al Estado en funcionamiento. Sin embargo, no hace falta remontarse a los tiempos de la transición y de la música disco. En el año 95 estaban ocupadas en el sector público poco más de dos millones de personas (1). Actualmente, se barajan cifras que sobrepasan los tres millones y medio de empleados públicos. Cantidad que no estaría justificada ni por el incremento de la población que, siendo grande, no ha superado el 15 %, ni por los servicios públicos que se prestan actualmente. Quizás en los años setenta no se disponía de todos los servicios actuales pero desde luego no era la edad de las cavernas. Hecho que nos debería hacer recapacitar sobre la productividad del sector público ya que, por ejemplo, las tareas de administración, que antes del ordenador personal eran tediosas, ahora se liquidan en segundos. O hay mucho trabajador público que no produce lo que debería o trabajan en puestos inservibles. Para que la economía se recuperase, antes que subir impuestos, sería mejor bajarlos, aunque fuera a costa de despedir a cientos de miles de empleados públicos. Resultaría una medida dolorosa a corto plazo para los damnificados pero beneficiosa a largo plazo para todos. Y por supuesto habría que tomar más medidas que favorecieran la libertad de acción de los individuos, como acabar con las trabas a la creación de negocios, facilitar la contratación y el despido y eliminar los mini estados autonómicos o por lo menos todas sus trabas al comercio interno. Entonces, hasta es probable que alcanzásemos la cifra de déficit, consecuencia de lo anterior y no objetivo a conseguir a cualquier precio.

(1) El dato es de El desmoronamiento de España. El informe Recarte 2. El dato exacto son 2.384.000 empleados públicos.


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