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El Cementerio General de Valencia: orígenes e historia

Manuel J. Ibáñez Ferriol

La forma y el lugar de enterramiento ha variado a lo largo de la historia como un elemento más, inherente a cada cultura, tradición o época histórica. Los cementerios, reflejan de un modo u otro su mundo, su sociedad, de ahí su importancia e interés para el historiador. Estos lugares sagrados, que han llegado hasta nosotros, no sirven tan solo para el estudio de la muerte sino también para el de la vida, ya que suponen la expresión de un momento histórico, como ejemplo las pirámides de Egipto, las catacumbas, los sarcófagos, las capillas funerarias o los cementerios contemporáneos, huellas del paso hacia la muerte pero, eso sí, producto de muy diferentes creencias o intenciones.

Es en el s. XIX cuando el cementerio cobra identidad propia, confundido con las dependencias de la iglesia. Nacen junto a una serie de reformas urbanísticas que configurarán la ciudad moderna como son el nuevo Ayuntamiento y el Palacio de Justicia, los mercados públicos, la estación de ferrocarril o el teatro elementos todos ellos de la vida urbana burguesa.

A raíz de este cambio de imagen nace la concepción de los cementerios como trasunto de las ciudades, como una ciudad de los muertos prolongación simbólica de la de los vivos, donde aparecen los mismos afanes e inquietudes, como una "ciudad ideal". En ella podemos reconocer todos los estilos arquitectónicos de una época -el s.XIX- y en ella aparecerán representadas todas aquellas familias con una cierta notoriedad social en la vida urbana.

Tras la Real Orden de 3 de abril de 1787 en la que el gobierno de Carlos III prohibía los enterramientos en las iglesias, se crearon comisiones especiales en las ciudades para acometer dicho mandato. En Valencia el comisario encargado fue D. Manuel del Pozo, aunque al parecer a quien se debe la desaparición de los cementerios parroquiales y la construcción del General es al Intendente Corregidor D. Cayetano de Urbina.

El proyecto encargado al académico valenciano y arquitecto de la ciudad Cristóbal Sales, fue aprobado por la Academia de Bellas Artes de San Carlos. La determinación del lugar más apropiado para su construcción fue evaluado por el claustro de medicina de la Universidad de Valencia, designando la partida del Molino del Tell, a orillas del camino de Picassent.

Las obras que daban comienzo en julio de 1805 y finalizaban en junio de 1807 fueron financiadas, como en otros lugares, con la venta de los terrenos de los antiguos "fossars" o cementerios parroquiales.

Un año después de su inauguración, el mismo Cristóbal Sales levantaba los primeros 80 nichos del cementerio, ocupados entonces por miembros de la burguesía ya que los primeros panteones aparecerán a mediados de siglo. Hasta el momento de la construcción de estos "columbarios" todos los restos iban a parar a una fosa común, de ahí el original rechazo del cementerio y la lenta y costosa erradicación de los tradicionales fossars. La inauguración de estos nichos, tan solo un mes después de su construcción, la hizo el Marqués de Jura Real.

Esta primera etapa del camposanto estuvo interrumpida en 1808 cuando, tras el alzamiento contra los franceses, fue arrasado y convertido en corral de ganado, volviéndose a enterrar los cadáveres en los cementerios particulares de cada parroquia. Dado el lamentable estado del recinto con las puertas desaparecidas y muchos de sus nichos profanados, el Ayuntamiento de Valencia elevó en 1811 una denuncia al Arzobispado encargado de su jurisdicción quien procuró su rehabilitación y cuidado.

Treinta años después de su inauguración y ocupados completamente los primeros nichos, se hizo necesaria la construcción de nuevos bloques para dar cabida a todos los difuntos de la capital tras la demolición total, a cargo del general Suchet, en 1812 de todos los cementerios particulares.

En la década de 1830-40 el Cementerio General debía tener una imagen cercana al parque-jardín como tenía el ejemplo francés de Père-Lachaise, tal era el volumen de vegetación que llegó a denominarse Hort de les Palmes por la gran cantidad de palmeras que ocupaban el recinto hasta que, con la llegada de los panteones y mausoleos burgueses se sacrificará la naturaleza en favor del arte.

El terreno fundacional, de forma rectangular y compartimentado por dos avenidas perpendiculares, fue ampliado según proyecto, todavía anónimo, a partir de 1871 con una nueva parcela rectangular con galería porticada de carácter monumental perpetrando las fórmulas neoclásicas como lo hicieron anteriormente los cementerios de Madrid y Barcelona. La ejecución de esta ambiciosa ampliación fue lenta y no quedó al margen de la epidemia de cólera de 1885. La gran galería, costeada mediante la venta de terrenos para panteones, está compuesta por ciento setenta columnas monolíticas que descansan directamente sobre el suelo. El arquitrabe liso alberga una decoración austera de rosetas cruciformes que sustituyen los canónicos registros de triglifos. Sobre ellas en la cornisa mascarones de cabeza de león ejerciendo de gárgolas, coronados en el cimacio por típicas palmetas.

Hay que destacar lo inusual del empleo de este orden arquitectónico, poco requerido en el ámbito español, ahora bien, muy adecuado en este ámbito por sus connotaciones de serenidad e inmutabilidad.

En 1886 se presentaba el proyecto de ensanche de la zona simétricamente opuesta, pero los gastos y las dificultades sufridas en la construcción del anterior patio malograron este proyecto que hubiera otorgado una imagen monumental a nuestro cementerio.

Primeros panteones:

Mausoleo para Juan Bautista Romero Conchés

La aparición de los primeros monumentos funerarios en el Cementerio General vino propiciada por la muerte prematura de los descendientes de dos acaudalados valencianos, Juan Bautista Romero Almenar, comerciante sedero y el banquero Gaspar Dotres. La muerte del primogénito de la familia Romero supuso la quiebra de la continuidad dinástica, aquello tan importante para una familia burguesa. Este sentimiento motivó el encargo del primer mausoleo del cementerio, evidenciando con él no solo el dolor de la familia sino también y sobre todo el poder económico de aquellos que inauguraban una tendencia que se asentaría en pocos años. La obra, encargada a Sebastián Monleón que por aquel entonces iniciaba su carrera, se adscribe al neoclasicismo vigente aunque dentro de una libre interpretación. El monumento en el deberían enterrarse las cenizas del difunto, apea sobre un basamento rectangular de jaspe proveniente de las canteras de Villamarchante, sobre el que descansa un altar neogriego de planta cuadrada con elaborada cornisa de ovas y dardos rematada por frontones circulares decorados mediante alegorías en tres de sus lados, referentes a la muerte (reloj de arena con guadaña),el alma cesada (antorcha apagada), la resurrección (corona de siemprevivas) y la eternidad (serpiente enroscada). En el tímpano central, insertado en un tondo, el retrato de perfil del difunto. El cuerpo de dicho conjunto aparece horadado por un vano apuntado de cuyo centro interior pende una lámpara votiva. El altar o ara sirve de pedestal para un soberbio obelisco[4] de mármol rosado de Buixcarró, ceñido en su primer tercio por la inscripción BEATI MORTUI QUI IN DOMINO MORIVUNTUR. El obelisco como elemento decorativo se adscribe al lenguaje neoclásico a través de un repentino gusto por lo egipcio desarrollado en el mundo occidental a partir del s. XVIII. En este sentido el motivo egipcio del obelisco llega a hacerse imprescindible sobre todo en la arquitectura efímera funeraria, un ejemplo de ello lo tenemos en los catafalcos erigidos en 1789 para las exequias de Carlos III, o los cenotafios construidos para las honras fúnebres de las reinas María Isabel de Braganza y María Josefa Amalia de Sajonia, instalados por Isidoro Velázquez en 1819 y 1829 respectivamente. El basamento rectangular recoge en la cara central el elemento principal de toda la composición, un sarcófago de mármol de Carrara con la dedicatoria en su frente circunscrita por dos pilastras estriadas y con base ricamente labrada a modo de guirnalda de flores y frutos . Sobre los laterales de dicho sarcófago dos alegorías, obra del prestigioso escultor Antonio Marzo a su derecha la Juventud que muestra su lozanía en un cuerpo medio desnudo cubierto por túnica, mientras que mirando el lugar que alberga los restos del joven se aferra a un pequeño árbol. A la izquierda del sarcófago la Esperanza perdida, con el rostro velado en señal de luto y una antorcha apagada e invertida en su mano izquierda, motivo este que se repite en bronce en los pilones de la artística verja que circunda el monumento. Hay que dejar constancia de la similitud compositiva que presenta el diseño de Monleón con el monumento al Dos de Mayo proyectado en 1814 por Isidro Velázquez en la plaza de la Lealtad de Madrid, semejante al parecer al mencionado cenotafio de la reina María Isabel de Braganza. Comparten estos conjuntos por igual el gran obelisco central sobre un basamento en forma de ara neogriega de planta cuadrada con frontones circulares y palmetas en las esquinas. La adopción de este diseño por parte de Monleón, utilizado para las honras fúnebres de una reina y para un monumento honorífico, respondía a un intento de emulación, a menor escala, de un comportamiento propio de la realeza pero digno también para el hijo de un burgués valenciano.

Mausoleo para Virginia Dotres Guix

El 11 de junio de 1851 D. Gaspar Dotres "vecino y del comercio de esta ciudad" se dirigía a la Comisión de Cementerios solicitando un terreno en la parte posterior de la capilla para la edificación de un mausoleo donde depositar los restos mortales de su hija Virgina Dotres Guix, fallecida el 6 de febrero de 1851 a los quince años de edad. Si bien este expediente es el primero de esta sección no significa por ello, como indican muchas fuentes, que este panteón fuera el primero edificado en el camposanto, en la resolución de dicha solicitud la Comisión buscó antecedentes para determinar el valor del terreno "encontrándolos en el expediente instruido en 1846 a instancia de D. Juan Bta. Romero, sobre la construcción de otro mausoleo donde depositar los restos de su difunto hijo". El 16 de septiembre los restos de la Srta. Virginia Dotres eran trasladados desde el nicho donde habían sido depositados temporalmente al mausoleo finalizado en 1853. La construcción que reproduce miméticamente un templo helenístico períptero de orden dórico, fue encargado a un joven escultor italiano Vivelli Benedetto Santo Verini y traído pieza a pieza de Italia. El edificio se eleva sobre alto zócalo escalonado que ayuda a engrandecer y monumentalizar el templo que si hubiera sido colocado directamente a nivel del suelo habría perdido prestancia y vistosidad. La elevación facilita además el acceso a una escalera que da paso a la cripta subterránea. En el interior de la cella se aloja, de nuevo, un sarcófago inspirado en modelos romanos de época imperial, con altorelieves en la tapa y en sus cuatro caras. Como se puede apreciar en las imágenes, todas las leyendas o inscripciones que en su día adornaban el conjunto, hoy han desaparecido.

Panteón Familia White y Llano

El tercer panteón erigido en el cementerio en 1858, que si bien fue motivado por las mismas causas que los anteriores -la muerte de Carolina LLano- se diferencia de los dos anteriores por tres motivos, su ubicación, su tipología y su lenguaje. El panteón de los White y LLano se puede decir que es el primero que inaugura la tipología de panteón capilla, configurado como una microarquitectura, al igual que como vimos desarrollaba el panteón Greffulhe el primero de Père-Lachaise en 1815. Coincidiendo ambos en el estilo, hay que destacar que en el ámbito valenciano es la primera expresión del revival neogótico, anterior a la fachada lateral de la iglesia de San Nicolás considerada hasta ahora como la primera manifestación de este estilo. El cambio del neoclasicismo anterior al neogótico realizado por Sebastián Monleón encargado del proyecto, resulta curioso en un arquitecto netamente académico, se ahí tal vez la falta de creatividad que si mostró sin embargo anteriormente en el mausoleo para Juan Bautista Romero. Las interpretaciones clasicistas comenzaron en este momento a perder adeptos en el ámbito funerario, de pronto la arquitectura clásica resultaba fría, y más ligada a lo material que a lo espiritual. La rememoración del medievalismo que pronto se adaptaría tanto en edificios religiosos como civiles, inspiraba sin duda una mayor religiosidad y acercamiento a la divinidad que las "paganas" construcciones clasicistas. Además de tener un diferente estilo y una diferente tipología, este panteón se distinguía por su ubicación. La Comisión aprobaba la petición de los Srs. Llano y White del terreno posterior a la capilla abogando que "la construcción de la obra de que se trata hermoseará el segundo cuadro del cementerio, ofreciendo un buen aspecto a la fachada posterior de la capilla". Se estaba reproduciendo la misma actitud que antaño regía los interiores de las iglesias, prefiriéndose siempre los lugares más cercanos al altar, sustituido aquí por la capilla. El panteón adosado a la parte posterior de la capilla presenta tan solo una fachada, claramente horizontal pese a utilizar un lenguaje tradicionalmente vertical, compuesta por un vano central con reja en la que se leen los apellidos familiares bajo un arco ojival de elaborada tracería. Los planos laterales de paramento liso se decoran mediante vanos ciegos de forma ojival y trilobulados en su interior. El remate rectilíneo de toda la fachada excepto en la parte central donde asciende formando gablete con cruz en el vértice, parece, sin embargo, más cercano al románico con ese registro de arquillos ciegos que al gótico.

Panteón Familia Bertrán de Lis

De nuevo un estilo medievalizante se daba cita en el cementerio. En este caso era la viuda de D. Vicente Bertrán de Lis y Ribes, Dña. Juana Denett la que se dirigía a la Comisión solicitando un terreno en el ala izquierda de la primera sección. Un mes después el ayuntamiento aprobaba la solicitud añadiendo que " deberá presentarse antes el diseño ofrecido del proyecto del panteón, que habrá de guardar la analogía posible con el de Romero que existe en el cuadro de enfrente...". Evidentemente esta inicial intención de mantener una imagen uniforme del cementerio no llegó a llevarse a cabo. El monumento de carácter escultórico firmado por Ramón Mª Ximenez, aprobado por la sección de arquitectos de la Academia de San Carlos, continuaba la moda neogótica del momento, basándose el arquitecto para su composición en las linternas funerarias medievales francesas. De planta triangular se encuentra erigido sobre un alto pedestal escalonado, con pequeñas ventanas lobuladas en cada lado que iluminan la cripta subterránea. Ya en la parte superior las esquinas del templete quedan ocupadas por tres esculturas cobijabas por "vegetalizados" doseletes, alegorías de la Fe -con una cruz-, la Esperanza -con un ancla de barco- y la Caridad -con un niño en brazos-, las tres virtudes teologales.

Panteón de la Familia Trenor

En el mismo año 1860 D. Federico Trenor solicitaba un terreno en la parte posterior de la capilla junto a los Llano y White, intentando una ubicación privilegiada, pero sin figurar explicación en los expedientes de la Comisión de Cementerios reaparece de nuevo en 1863 el nombre de Trenor certificando la concesión de un terreno que anteriormente había sido designado al Instituto Médico Valenciano en el cuadro 1 (posterior a la capilla). En 1867 de nuevo se abre expediente a D. Federico Trenor quien se dirigía voluntariamente a la Comisión para pagar el exceso de terreno que "por equivocación" ocupaba el panteón familiar. "Al levantar un plano diose cuenta que el arquitecto ocupó 1091 palmos y medio por ello se presenta a pagar el exceso" ya que la concesión había sido de 800 palmos. En esta ocasión se trata de una construcción en talud, con sus paramentos almohadillados de reminiscencias egipcias pero suavizadas o camufladas por una discreta pero significativa decoración en cornisa y frisos basada en motivos florales típicos del arte romano imperial. La ventana circular de la fachada trasera, con una cruz inscrita, digamos que anticipa ya la reducción de líneas característica del más auténtico Modernismo.

Panteón para la Familia Ibañez

Otro burgués comerciante, D. Fernando Ibañez participa en el afianzamiento del estilo neogótico en el cementerio con una estrecha capilla-panteón, de elaboración más cuidada que la austera fachada de los Llano y White. José Zacarías Camaña responsable del proyecto crea un edificio de acusada verticalidad, compensando así la estrechez del terreno y acorde con el lenguaje utilizado. La capilla orientada hacia la avenida principal, se abre mediante vano ojival con arco trilobulado en su interior y baquetones en sus jambas, todo ello rematado por gablete con cruz. Destacan en la fachada dos poderosos pináculos que a modo de botareles refuerzan la construcción en las esquinas. Las fachadas laterales se dividen en dos registros en el tercio inferior una hilera de ventanas trilobuladas y ocupando los dos tercios restantes dos vanos cegados como aquellos que veíamos en la portada de los White. La cornisa rematada por florones traduce en las fachadas menores la cubierta a dos aguas mediante el acabado triangular.

Mausoleo para los Ferraz Azcón

La moda por los obeliscos reaparece de nuevo en este mausoleo de Antonio Marzo que en líneas generales reproduce con un mayor sincretismo los mismos elementos que componían el de J. B. Romero, ara neogriega con frontones circulares y palmetas y obelisco central, esta vez de planta octogonal y ceñido por dos láureas de bronce.

Panteón de los Vallier-Fourrat

De nuevo es Sebastián Monleón el encargado del proyecto como ya hizo con los Romero y los White. En esta obra de 1872 se retoma el lenguaje neoclásico en un edificio monumental por su prestancia y dimensiones. A la capilla de planta centralizada se accede mediante un soberbio pórtico dórico de monumentales columnas, con su correspondiente friso de triglifos, que recorre todo el contorno, y rematado por frontón con acróteras en forma de palmetas, siempre presentes en los diseños neoclásicos. La correcta visión de esta y otras arquitecturas del cementerio se realiza actualmente con dificultad dado el gran número de tumbas, monumentos escultóricos y demás panteones que concurren en un mínimo espacio, haciéndose incluso dificultoso el paso entre las edificaciones.

Panteón de la Familia Llovera

Expresión de aquella egiptomanía vivída en el s. XVIII, pero ahora traducida por la recuperación de los diversos "neos" tenemos el originalísimo panteón Llovera del arquitecto Antonio Martorell, construido en 1883 y compartiendo sección con los Ibañez a la derecha y los Bertrán de Lis a la izquierda. Esta creativa interpretación neoegipcia nos presenta una pirámide horadada en sus cuatro frentes por robustos pórticos de columnas con capitel palmiforme, ahora bien rematados todos ellos con una cruz en la cornisa.

Panteón de la Familia Puchol y Sarthou

José Manuel Cortina acaparará en sus manos la mayoría de los proyecto de arquitecturas funerarias del cementerio de Valencia a finales del s.XIX. Uno de tantos el realizado para los Puchol-Sarthou en 1896 aporta una nueva vertiente estilística, el medievalismo fantástico, perteneciente a la última etapa del eclecticismo y de cuya tendencia es el máximo representante. Este nuevo lenguaje calificado de "premodernista" o "modernismo historicista" por Trinidad Simó, "representa un tipo de arquitectura que aúna elementos del neomedievalismo y del eclecticismo medievalista con otros de índole más imaginativa o fantástica, inspirados por los temas ornamentales usados en la ilustración de las novelas románticas (...), como estilizaciones del bestiario heráldico".


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