Yolanda Morín

Me llama poderosamente la atención que Gadafi, hasta hace pocos días adalid de la libertad en Libia, y ejemplo para otros líderes de la zona, haya pasado en dos semanas a ser un dictador loco con el que hay que acabar a toda costa.

Gadafi, para quien no lo recuerde, se codeaba con Aznar, Felipe Gonzalez y Zapatero, no hace muchos días, aquí mismo, en España.

Las cosas casi nunca son como nos las quieren hacer ver. Me parece extraño que miles de civiles, padres abnegados de familia, según nos cuentan las noticias financiadas por USA y el Sistema, se echen voluntariamente el Kaláshnikov y el alfanje al hombro, como llamados por la idea inexcusable de votar cada cuatro años, y se dediquen a la cosa de la guerra, esa actividad tan sangrienta para la que hay que estar motivado y preparado.

A la guerra civil sólo llaman un par de cosas: el hambre y la libertad. Hambre, lo que se dice hambre, en Libia, como que no. La libertad en Libia, si la comparamos con otros regímenes "plenamente democráticos y valedores de los derechos humanos" del entorno, respaldados por Occidente, con USA a la cabeza, como Arabia Saudí, Emiratos Árabes, Egipto�, no es que existiera, es que Libia era un oasis democrático. Si alguien piensa que los rebeldes están pidiendo para Libia una democracia como la nuestra, con nuestro internet de acceso libre -hasta que quiera ZP-, nuestra prensa y nuestras discusiones políticas en el bar, es que no entiende de qué va lo del mundo árabe, el radicalismo islámico y la proyectada invasión de Europa a manos mahometanas

Para quien no lo sepa, el objetivo que se han fijado los islamistas en Libia, bajo un áspero manto democrático, es la instauración de una república islámica que tendremos a pocos kilómetros de Europa, a las puertas de casa.