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CONVERSION DE FRANCISCO DE BORJA Y ARAGON.

Por Manuel J. Ibáñez Ferriol   En éstos días, en los que se pone en cuestión la unidad de España, iniciada por los Reyes Católicos, Isabel I de Castilla y Fernando V de Aragón, la Iglesia Universal, celebra con todos los honores, la fiesta de san Francisco de Borja. Me gustaría detenerme, en dos espacios importantes, para la vida del santo: la Capilla Real de Granada, con el lienzo: "Conversión del Duque de Gandía" del pintor: José Moreno Carbonero (1884), conservado en el Museo del Prado de Madrid y la capilla de la Catedral de Valencia, dedicada al Santo Duque de Gandía. La escena, ambientada en la Capilla Real de Granada, recoge la reacción de Francisco de Borja al abrirse el féretro y contemplar el cadáver putrefacto de la Emperatriz, Isabel de Portugal, mujer de Carlos V, produce un hondo efecto desalentador en Francisco de Borja, duque de Gandía, quien prácticamente cae derrumbado ante uno de sus caballeros. La visión melodramática con que el pintor abordó el cuadro está reforzada por las actitudes de otros personajes, como el niño horrorizado, quizás ante su primer contacto con la muerte, o la dama que desolada se cubre la cara con las manos. La blancura del féretro, ropas mortuorias y catafalco captan la luz que penetra desde la izquierda, dejando en penumbra el fondo de la estancia. Con este recurso el pintor logra plenamente la intensidad y el dramatismo buscado. Junto a la cuidada ambientación escenográfica y el uso dramático de la luz, destacan el dominio del dibujo y el intenso colorido, que convierten esta obra en uno de los ejemplos más destacados de la riqueza decorativa que caracteriza la última etapa de la pintura de historia en nuestro país. Francisco de Borja, quedará impactado por la belleza física y espiritual, que había cautivado a toda la Corte, y por quien el joven Marqués de Llombay, sentía una rendida devoción. En ese momento Francisco de Borja pronunció unas célebres palabras: "Nunca más, nunca más servir a señor que se me pueda morir", frase que el pintor reproduce en la cartela incluida en el marco del cuadro. El perfecto dominio del dibujo junto a la reproducción táctil de las distintas calidades de las superficies son los elementos más destacables de la obra del artista, quien, gracias a la utilización de pinceladas jugosas y sueltas, recuerda lo mejor de la pintura barroca española. Poco después de este episodio, Francisco de Borja solicitó permiso para dejar la vida pública y abandonar la Corte, pero Carlos V no accedió a sus deseos y, además, le nombró Virrey de Cataluña, cargo que desempeñó de 1539 a 1543. Ese año heredó el ducado de Gandía a la muerte de su padre. La muerte de su esposa en 1546 le impulsó a ingresar en la Compañía de Jesús, con la que ya tenía contacto desde unos años antes. El 2 de junio de ese año hizo los votos de castidad y obediencia y solicito a Ignacio de Loyola su admisión en la Compañía. Este aceptó su proposición, pero le conminó a solucionar antes diversos asuntos familiares -alguno de sus hijos todavía era muy pequeño-, a realizar estudios de Teología en la Universidad de Gandía, que acababa de fundar, y a mantener en secreto, de momento, sus intenciones. Así lo hizo Francisco de Borja y en 1550, acabados ya sus estudios, se despidió definitivamente de su familia y se trasladó a Roma, donde ingresó en la Compañía de Jesús tras renunciar al ducado de Gandía a favor de su primogénito Carlos al año siguiente, en mayo de 1551, fue ordenado sacerdote. Tras renunciar al Cardenalato al que había sido propuesto por Carlos V, se convirtió en director espiritual de la regente Juana de Portugal, reconfortó espiritualmente a dona Juana "la loca" en sus últimos momentos en Tordesillas, y realizó numerosas fundaciones, entre ellas el primer noviciado de la Compañía en España, en Simancas. Dentro de la Compañía ocupó importantes cargos. En 1554 San Ignacio le nombró comisario general de la Compañía en España, y dos años más tarde le confió el cuidado de las misiones de las Indias Orientales y Occidentales, es decir, de todas las misiones de la Compañía. A causa de ciertos problemas con la Inquisición tuvo que abandonar España e instalarse en Roma, donde, en 1565 se convirtió en el tercer General de la Compañía de Jesús, cargo que ocupo hasta su muerte. Francisco de Borja falleció en Roma el 30 de septiembre de 1572, fue beatificado en 1624 y canonizado en 1671. La Capilla de San Francisco de Borja en la Catedral de Valencia, es de estilo neoclásico (siglo XVIII), siendo sus arquitectos: Antonio Gilabert y Lorenzo Martínez. El Altar central, San Francisco de Borja, se encuentra ante el cadáver de la emperatriz Isabel, óleo de Mariano Salvador Maella (1739-1819), pintado en el año 1787. Vestido de caballero de la orden de Santiago, levanta el paño que cubre el rostro y las manos de la difunta y siente la llamada de Dios para abandonar las vanidades del mundo. Sobre el altar central, encontramos un estuco del Ingreso de San Francisco en la Compañía de Jesús. Es de madera pintada, y cuenta con el escudo de la familia Borja. Hay varias estatuas sobre el altar central, con estucos, alegorías de la Oración (con los brazos cruzados) y la Penitencia (con un azote y una cruz). En el lado izquierdo San Francisco de Borja despidiéndose de sus familiares en su palacio de Gandía para ingresar en la compañía de Jesús, óleo de Francisco de Goya. En el lado derecho, podemos ver a San Francisco de Borja - ya sacerdote jesuita - asistiendo a un moribundo impenitente. La sangre de Cristo protege al pecador de los demonios que esperan llevarse su alma, óleo de Francisco de Goya. Ambos fueron pintados en el año 1788. Serán las pechinas de la cúpula, la que nos ofrezcan estucos, con alegorías de la Templanza, la Fortaleza, la Corrección y la Justicia recta. Francisco de Borja, Duque de Gandía y Marqués de Llombay, era de la familia de los Papas valencianos Calixto III (Alfonso de Borja) y Alejandro VI (Rodrigo de Borja). Toda una enseñanza de humildad, santidad y riqueza espiritual. Será san Francisco de Borja, uno de los mejores ejemplos a tener en cuenta, en el caminar cristiano de cada uno de los valencianos.

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