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Cascos y las deslealtades

Luis del Pino

Entre los argumentos que se han esgrimido en estos dos últimos días contra Cascos, me sorprende encontrar uno que hubiera pensado que era imposible esgrimir: en algún medio de comunicación se afirma que la actuación de Cascos habría sido "desleal" para con su partido.

¿Desleal? ¿Cómo se puede ser desleal con un partido al que ya no perteneces? Acusar de deslealtad para con el partido a alguien que ya no forma parte del mismo tiene tanta lógica como acusar de infidelidad a tu pareja porque se busque, después del divorcio, una nueva persona con la que compartir su vida.

¿O acaso se pretende decir que Cascos es desleal precisamente por el hecho de haber abandonado el partido? Pues tampoco le veo sentido. Desleal hubiera sido quedarse en el partido y dedicarse a dinamitarlo, pero abandonar un partido con el que ya no estás de acuerdo no sólo no es desleal, sino que constituye un ejercicio de libertad individual y, en ocasiones, de coherencia: ¿por qué habrías de seguir militando un minuto más en un partido, cuando ya no te da la gana hacerlo? Que yo sepa, la militancia en los partidos no es todavía obligatoria, y el comenzar a militar es un acto tan libre como el terminar con tu militancia.

¿Entonces qué hay de desleal en la actitud de Cascos? ¿El hecho de que decida presentar una candidatura al margen del partido en el que militaba? ¿Y qué hay de desleal en eso? Pues sólo faltaba que el hecho de haber militado alguna vez en un partido te inhabilitara para crear un partido nuevo, o para presentarte por un partido diferente!

La actuación de Cascos podrá gustar más o gustar menos, pero nada hay de desleal en ella: considera que su partido no le satisface (por los motivos que sean) y decide abandonar el partido. Y a partir de ahí, es tan libre como cualquier otro ciudadano de presentarse a las elecciones que le plazcan o de fundar los partidos que considere oportunos.

Pero ya que quieren que hablemos de deslealtades, entremos en la cuestión. Porque a lo mejor hay quien podría decir - y no le faltaría razón - que quien se está comportando desde hace tres años de manera desleal para con muchos de sus militantes y, sobre todo, de sus votantes es ese Partido Popular que acaba de abandonar Cascos.

Porque lo que no se puede es presentarse a unas elecciones con un programa y un equipo concretos y, una vez celebradas las elecciones, protagonizar un giro de 180 grados en los planteamientos políticos e iniciar una depuración interna de todos los que representan un obstáculo en ese proceso de reconversión.

¿Cuántos votos hubiera cosechado Rajoy si los españoles hubiéramos sabido, antes de acudir a votar en 2008, que a la vuelta de pocos meses se iba a depurar a María San Gil o a Ángel Acebes, o que el PP iba a apoyar a Zapatero en su política antiterrorista, o que se iban a intentar acercamientos a los nacionalistas? Porque puede que haya muchos españoles que sientan que en la campaña electoral de 2008 les estafaron.

Como puede que haya personas que piensen que en la campaña de las pasadas elecciones gallegas les tomaron el pelo, cuando les prometieron una posibilidad de elección del idioma de enseñanza que luego no se ha materializado, en uno de los más sonoros casos que se recuerdan de incumplimiento de una promesa electoral.

Puestos a hablar de deslealtades, me parece que en una democracia es mucho más importante la lealtad de los partidos para con los ciudadanos que la de los militantes para con los partidos. Fundamentalmente, porque los que al final terminamos pagando el sueldo de todos los cargos públicos somos los ciudadanos. Y el que paga, manda.

Salvo en España, claro. Aquí, además de pagar, nos exigen que obedezcamos.

Publicado en Libertad Digital y autorizado en Valencia Opinión Revista.es

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