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Aún hay tiempo

Pío Moa

Se trataría de un libro de semblanzas de los principales políticos, basado en sus palabras y actos, comparando unas con otros, lo que decían en un momento y lo que decían en otro, mostrando sus contradicciones o vaciedades...

Un problema grave de las democracias es la poca información y excesiva "venta de imagen" que los ciudadanos reciben en torno a los líderes políticos. No hay mucha exageración en decir que la mayoría de la gente no sabe realmente a quiénes vota. En democracias de más abolengo, como la useña, las campañas electorales sirven para sacar a la luz muchos trapos sucios que los aspirantes al voto popular preferirían mantener ocultos. En España todo se reduce a un intercambio de tópicos, de frases con pretensiones sugestivas, pero vacuas. Los debates escasean y en general tienen muy poca altura, a la medida del mequetrefismo político imperante. Por eso sugerí hace meses la conveniencia de que alguien con tiempo, talento y ganas, publicase en vísperas de las campañas electorales un libro que podría titularse Esos personajes que buscan tu voto. Desde luego, un proyecto así corre peligros como derivar a un libro basura más, en el ambiente de basura en que se desenvuelve la vida pública y cultural española: es demasiado fácil caer en la calumnia, la burla fácil o la moralina barata (de larga tradición en España desde la novela picaresca). Y no menos peligro hay en el ocultamiento oficioso de hechos desagradables, también tradicional en la cultura católica o en esa perversión del lenguaje que convierte, por ejemplo, el protagonismo de un portavoz del GAL y de Filesa en un suceso "preocupante" o una "mala noticia" o la colaboración con la ETA en "política antiterrorista". Se trataría, en fin, de un libro de semblanzas de los principales políticos, basado en sus palabras y actos, comparando unas con otros, lo que decían en un momento y lo que decían en otro, mostrando sus contradicciones o vaciedades... También sus aciertos o rasgos de honradez, si los hubiere. Las hemerotecas suelen proporcionar abundante material. Así, los políticos se autorretratarían -involuntariamente, claro-, al margen de las descaradas "ventas de imagen" partitocráticas. Fue una de las técnicas que seguí para mi libro Los personajes de la república vistos por ellos mismos: apenas se precisan juicios de valor, y el resultado puede ser definitivo. Los ciudadanos podrían así juzgar la clase de sujetos que hoy se aspiran a mandarles. Porque me temo que, más que clase política, sufrimos hoy una verdadera chusma de politicastros. Un libro así, hecho con seriedad, sería una impagable contribución a la democracia, por encima de las habituales corruptelas partidistas, y probablemente un best seller. Me habría gustado hacerlo yo mismo, pero me resulta materialmente imposible. Animo a algún historiador o periodista joven y serio a ponerse a ello. Aún queda tiempo hasta las próximas elecciones.

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