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Análisis de situación (I): La socialización de la culpa

Luis del Pino

Quien opte por atribuir las palabras de Felipe González a un calentón, o a la autocomplacencia, o a la fanfarronería, o a la senilidad... es que no conoce al personaje, ni al medio que publica la entrevista con él. Ni a la maquinaria de poder del Partido Socialista.

Si a Felipe González se le escapara alguna inconveniencia en el transcurso de una entrevista, ya se encargaría el periódico El País de no publicarla. Y mucho menos de llevarla a su portada.

Ni Felipe González da puntada sin hilo, ni El País elige los titulares de portada de forma aleatoria, ni el Gobierno permitiría ningún desliz en unos momentos, éstos, cada vez más complicados.

En consecuencia, la pregunta que hay que hacerse es: ¿qué busca Felipe González, qué busca El País, qué busca el Gobierno, al volver a poner el GAL encima de la mesa, de una manera además tan brutal? ¿Cuál es el beneficio que el PSOE espera obtener?

Y la única respuesta posible (como bien han detectado varios de los lectores de este blog) está muy clara: esa entrevista hay que interpretarla en el contexto de la secuencia de gestos dirigidos a que la opinión pública termine asumiendo un final del terrorismo sin vencedores ni vencidos.

El mensaje que lanza la entrevista de Felipe González no puede ser más siniestro, pero tampoco puede ser más claro: los terroristas cometieron muchas fechorías, sí, pero "nosotros", "el otro bando", no éramos menos brutales, ni menos asesinos. Hacíamos cosas como secuestrar a gente, como improvisar decisiones sobre su vida o su muerte, como ejecutar terroristas sin juicio previo, como torturar detenidos para sacarles información o como plantearnos - sin prestar mucha atención a las consideraciones morales - si hacer volar por los aires una casa llena de terroristas. Nuestros objetivos eran distintos a los de ETA, claro, ¿pero acaso nuestros medios eran muy diferentes?

La resurrección informativa del GAL (con la entrevista de González, pero también con la previa y sorprendente reaparición de Amedo) sólo tiene por objeto apuntalar la idea de que estamos ante un conflicto en el que se enfrentan dos bandos que, en el fondo, no se diferencian demasiado. Lo que se busca es equilibrar la percepción moral de esos "bandos": si el propio fenómeno de la negociación entre ETA y Zapatero "elevaba" a la organización terrorista al nivel de interlocutor del estado, el aireamiento tan brutal de las "hazañas" de la guerra sucia no busca otra cosa que "hacer descender" al Estado al nivel de una organización terrorista. Dos caras de una misma moneda.

Verán ustedes cómo, a no mucho tardar, habrá voces que se alcen planteando que ha llegado el momento del perdón colectivo y bilateral. Que ya está bien de mirar atrás, que hubo crímenes por ambas partes y que lo mejor es que asumamos que todos somos responsables. Lo que equivale, claro está, a que nadie lo sea.

La pretensión es, por supuesto, profundamente repugnante para con todos los españoles, pero especialmente para con las víctimas del terrorismo. Porque lo que se le está pretendiendo vender a las víctimas, con ese mensaje, es una transferencia de culpa, una dilución colectiva de las responsabilidades, una "socialización del delito", que tan sólo contribuye a que ningún culpable pague por lo que ha hecho. Lo que a las víctimas se les está diciendo con esa estrategia es, en definitiva: "TU debes perdonarle a ÉL, que fue quien mató a tu hijo, porque YO también soy un asesino".

La pretensión es doblemente perversa para con las víctimas del terrorismo porque lo que se hace con ello es convertirlas, además, en responsables parciales de su propia desgracia: "Como TODOS hicimos cosas reprobables, TODOS somos parcialmente responsables de lo que pasó. Y lo mejor que podemos hacer TODOS es olvidarnos: lo uno por lo otro y pelillos a la mar".

Pues perdónenme ustedes, pero va a ser que no. De la creación de los escuadrones de la muerte serán responsables aquellos que los crearan, no el Estado como institución, ni los españoles en su conjunto, ni mucho menos las víctimas. De los secuestros, torturas y asesinatos cometidos durante la anterior etapa de gobierno del PSOE serán responsables aquellos que los cometieran, que los ordenaran o que los consintieran. Pero los demás españoles - y mucho menos las víctimas del terrorismo - no tenemos por qué asumir una culpa que no nos corresponde, porque nosotros no hemos secuestrado, torturado, ni matado a nadie.

El hecho de que bajo el gobierno de Felipe González se cometieran delitos tan sólo dice que en ese gobierno había delincuentes, no que todos los españoles lo seamos. Y los delitos cometidos bajo ese gobierno no convierten tampoco en menos delincuentes a los terroristas de ETA. La guerra sucia emprendida durante el gobierno de Felipe González no se puede utilizar para contribuir a legalizar a ETA.

En todo caso, debería servir para que alguien se plantee si, además de a ETA, habría también que ilegalizar al PSOE.

Publicado en Libertad Digital Autorizado Valencia Opinión Revista.es

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